Foto por: Egahen |
Finalizando el proceso de solución de problemas, contamos generalmente con múltiples ideas para elegir. Luego de la fase final de evaluación de cada opción, nos decidimos por una y comenzamos a dedicar nuestro tiempo y recursos en desarrollar esa solución elegida. Cuando estamos resolviendo un problema, debemos establecer algunos parámetros para poder determinar, durante la implementación, si la solución en realidad va a darnos los resultados requeridos. Los parámetros pueden ser tiempo, costos, recursos, beneficios, perjuicios etc. En caso de que alguno de estos parámetros no se cumpla, quizás sea necesario volver al listado de alternativas e intentar una nueva. No hay que sentirnos culpables por hacerlo y debemos en lo posible evitar comprometernos tanto con una solución como para perder de vista el problema que estamos resolviendo. Nuestra misión siempre debe ser solucionar el problema inicial, antes que hacer andar a la fuerza una solución por razones a veces subjetivas. Es en los momentos en que nos dominan estos compromisos y estas culpas por soluciones fallidas, cuando perdemos de vista el problema inicial y nuestro nuevo problema comienza a ser cómo vamos a poner a funcionar esa solución a la que hemos dedicado tiempo, esfuerzo y recursos. Son muchos los casos en los cuales las personas se encierran en lograr que una solución funcione, dejando de lado el problema que están tratando de resolver. A veces nuestro temor al fracaso nos hace perder más tiempo haciendo funcionar algo que, si hacemos un alto en el camino y miramos de nuevo el panorama del problema, podemos encontrar otra alternativa que requiera menos tiempo y esfuerzo o que sea más efectiva que la que estamos tratando de implementar.
Sé que lo que planteo es difícil, pero los invito a ver en nuestros procesos de solución de problemas, y preguntarnos cuándo estamos tratando que una idea funcione por motivos más emocionales que prácticos y a reevaluar nuestras alternativas de solución disponibles contra la que estamos desarrollando. Nunca se debe dejar de cuestionar el camino elegido ya que cambiar de solución nunca será un fracaso, porque tu misión siempre será resolver el problema inicial y no siempre existe una única manera de hacerlo.
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